jueves, 24 de septiembre de 2009

Hitos del Comic I




En el siglo XIX se desarrolló en el ámbito de la literatura un movimiento que abogaba entre otras cosas por la reproducción exacta y precisa de lo que sucedía en la vida diaria, la vida concreta, la vida, en fin, real. Los adalides de la originalidad bautizaron a este como "Realismo" y de este surgieron variados estilos dentro de la literatura como el Naturalismo e inspiró también a otras disciplinas artísticas.

En 1945 y en una Roma completamente devastada por la guerra, un grupo de actores entre los que abundaban los amateurs e inexpertos, y junto a una joven camada de partenaires detrás de cámara entre los que vale la pena mencionar a Federico Fellini, Roberto Rossellini filma una película cuya trama transcurría durante la ocupación de Roma (pocos meses antes de la filmación) y en los escenarios de la misma ciudad en las mismas condiciones en que se encontraba, inaugurando así el movimiento fílmico conocido como "Neo Realismo Italiano". Luminarias como Visconti, De Sica o el ya mencionado Fellini habrían de darle un brillo pocas veces equiparable en la historia del séptimo arte.

En 1976 desde las Calles de Cleveland llega... American Splendor. Harvey Pekar, un empleado de la abultada burocracia norteamericana, cansado de su rutinario trabajo en los archivos de un hospital del gobierno comienza a escribir guiones para comics que comenzaría a ilustrar la leyenda y gestor del comic underground yankee Robert Crumb (un viejo amigo suyo, cabe decirlo). Con el tiempo otros dibujantes de mayor o menor renombre habrían de continuar con aquella tarea (cabiendo destacar a Frank Stack y Dean Haspiel en las realizaciones de las únicas obras "largas" en la carrera de Pekar).
Pero, ¿qué es lo extraordinario de la obra de Harvey? Justamente lo extraordinario es la falta de extra en la palabra. El guionista se encargó de dar a luz a una obra riquísima basándose... más bien, copiando literalmente su vida real. Harvey Pekar no es un superhéroe o un aventurero. Harvey Pekar no es un personaje histórico. Ni siquiera podemos decir que las anécdotas de Harvey Pekar sean la llave para convertirse en el centro de atención en cualquier reunión social. Harvey Pekar es un tipo con un trabajo que considera mediocre, lleno de neurosis y obsesiones, judío y derrotista, fanático del jazz, hipocondríaco, una especie de Woody Allen pero completamente cercano a nosotros. El alter ego que Allen ubica en sus producciones es increiblemente hilarante, pero termina siendo una exageración. La persona, el personaje de Pekar es palpable, es "real" en el sentido más estricto de la palabra. Podríamos seguir con esa ola de originalidad que llevó a dar nombre a los dos movimientos anteriormente mencionados y llamar a American Splendor "hiperrealista", "superrealista", o como mierda quieran, todo sea por poner etiquetas compulsivamente. Sus páginas están abarrotadas de historias como la ya legendaria "Cómo hacer la cola en el supermercado detrás de ancianas judías" o de almaceneros que le suplican que los haga aparecer en el próximo número de la historieta. Bob Crumb podría ser sexópata, misógino y neurótico, pero ante todo era un genio, y no por nada fue el impulsor de la carrera como guionista de Harvey...

Pero para qué seguir con esta diatriba? Acá dejo los links a Taringa! para que se descarguen tanto los comics de American Splendor como la película del mismo nombre, que es realmente imperdible, con una caracterización de Pekar por parte de Paul Giamatti inolvidable.
Púdrete Flanders! Bon apetit!

Comics 1
Comics 2
Película

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martes, 22 de septiembre de 2009

domingo, 20 de septiembre de 2009

jueves, 17 de septiembre de 2009

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Humo y cuentas al pedo

Carlitos parece un buen tipo. Carlitos además era un jugadorazo. Carlitos le vendió el alma a una maléfica mafia oriental. Carlitos hace rato que viene jugando para el ojete. Carlitos es un muchacho que siempre me cayó bien, pero pareciera querer hacer méritos para que mi simpatía merme considerablemente.

Este podría ser Carlitos

Pero ni siquiera el más obsecuente pasante de Olé! podría defender como lógico el dato que hoy publica Pagina12 (el hecho, no el que no sea cierto):

"...el valor total del pase –47 millones de libras, casi el doble de lo denunciado oportunamente, 25,5 millones– lo transformó en el quinto jugador más caro de la historia del fútbol."

Recapitulando. Por Carlitos, el juguetito de los jeques en que se ha convertido el Manchester City le pagó casi 53 millones de euros al nefastamente conocido Kia Joorbachian de nacionalidad iraní y de quien se presume que tiene ajustados vínculos con lo peorcito del hampa rusa. Pero bueno, supongamos que realmente nadie lava guita en el mundo del fútbol. Supongamos que la transacción fue realizada por dos entes de indudable honestidad. ¿Cuál sería el valor que tomarían distintos jugadores del medio local si por un Carlos Tévez de paupérrimo nivel futbolístico se pagan nada más y nada menos que U$D 77.000.000 (setentaysiete millones de dólares estadounidenses), o para seguir con las cifras que no dicen nada, 294 millones de pesos argentinos?
Siguiendo con este análisis que no resiste el mínimo ídem, vendiendo dos veces a Carlos, Calito, Charlie o el Bla' Ca', obtendríamos el valor de la televisación de todos los partidos del fútbol argentino. O dicho en otras palabras: el fútbol vernáculo vale dos Tévez.
Y digo, solo por decir (porque de eso se trata este blog), ya que este jugador, que aunque supo transitar por la senda del buen fútbol en su tiempo, no es una de las mayores figuras que nuestra competición le ha dado al mundo, puede ubicarse como el quinto mayor traspaso de la historia ¿Cómo puede ser que los equipos del torneo local estén en la ruina económica? ¿A dónde va a parar todo este dinero? ¿Como un River que en 10 años vendió por más de 100 millones de dólares puede estar a un paso de la quiebra? ¿Cómo Boca, quién en los últimos cinco años vendió a Tévez por 24 millones de dólares, a Gago por 20, Banega por 20, Dátolo por 7, Bosselli por 5, Silvestre por 3, Forlín por 3 puede llegar a tener el más mínimo inconveniente para pagar sus cuentas o reforzarse debidamente? A ver, estoy hablando de más de ochenta millardos sacados así, al voleo, sin poerme a buscar más transacciones, por lo que no estoy contando jugadores de inferiores de los que no se haya tenido noticias, u otros "activos" con menos resonancia mediática, como Pablito Ledesma o Franco "D17os" Cángele. Cinco años. Más de ochenta millones de ingresos solo por venta de jugadores. Y Boca es uno de aquellos clubes que tiene (no tantos, pero los tiene) problemas económicos en el ámbito local. ¿Qué pasa? ¿Qué pasó?

Ya se, ya se, mis preguntas parecen (y son) retóricas, pero bueno, nunca está de más que otro dedo señae lo obvio...
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domingo, 13 de septiembre de 2009

El vendehumo de la semana

Para quien no sabe quien es, Gheorge Muresan fue un muy buen jugador rumano de baloncesto que brillò, mientras las lesiones y su obvia enfermedad de crecimiento le dejaron, en la dècada del 90 tanto en Europa como en la NBA. Para màs inri, se trata del jugador màs alto de la historia de la liga de la National Basketball Association. Un pivot que a su exceso de centìmetros le agregaba una buena mano para los tiros de media distancia y una mas que interesante predisposiciòn a la hora de buscar rebotes. Y en su momento fue aùn màs famoso por haber sido el forjador de la frase distintiva de la NBA: cuando dio una conferencia de prensa presentàndose en tierras norteamericanas por primera vez, y sin saber casi hablar inglès, dijo solamente cuatro palabras que pasarìan a formar parte de la mitologìa NBA: "I love this game".


"Ella tiene la altura perfecta..."

Y seguramente todos estàn enterados de que Marca es el diario deportivo màs importante de Madrid. Y tambièn sabràn que es uno de los principales proveedores de humo del viejo continente. No sabìan? Bueno, miren esta nota sobre Muresan del dìa de hoy y dìganme cuanta informaciòn sacan en limpio...



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viernes, 11 de septiembre de 2009

Una sonrisa exactamente así

De Eduardo Sacheri

La primera fue la más fácil. Las difíciles fueron desde la segunda en adelante. Tu primera sonrisa fue automática, impersonal. Fue un reflejo de la mía. Casi un acto de imitación involuntaria. Un tipo joven se acerca a tu mesa, se te planta adelante y te dice “hola” mientras sonríe y vos, que estabas absorta mirando hacia fuera, hacia la calle, volvés de tu limbo y contestás aquella sonrisa con una igual, o parecida.

A partir de entonces las cosas se complicaron. Fue mucho más difícil conseguir que soltaras la segunda. Porque este desconocido que era –que sigo siendo- yo, sin dejar de sonreír, te pidió permiso para ocupar la silla vacía de tu mesa. Unos minutos –prometí-, no demasiados. Un rato, porque tenía que decirte algo. Entonces de tu rostro se fue aquella sonrisa, la primera, la del reflejo o el saludo, la que era nada más que un eco de la mía. Y en su lugar quedaron la extrañeza, la incertidumbre, las cejas un poco fruncidas, un ápice de temor. ¿Qué quería este desconocido? ¿De dónde lo habían sacado?

Como te sostuve esa mirada, como aguanté a pie firme este bochorno precisamente por causa y por culpa de esa mirada tuya, no de esa pero sí de otra nacida de los mismos ojos –la que tenías mientras mirabas hacia fuera del café sin ver a nadie, ni a mí ni a los otros, justo cuando yo pasaba corriendo por Suipacha-, como te la sostuve, digo, vi que estabas a punto de decirme que no, que no podía sentarme a tu mesa. ¿Dónde se ha visto que una chica acepte sin más ni más a un desconocido en su mesa, sobre todo si el desconocido tiene el traje desaliñado, la corbata floja y la cara empapada de sudor, como si llevara unas cuantas cuadras lanzado a la carrera?

Ibas a decirme que no, y si no lo habías hecho aún era porque en el fondo te daba algo de pena. Fue por eso, porque se notaba en tu rostro que ibas a decirme que no, aunque te diera pena, que alcé un poco las manos como deteniéndote, y te rogué que me dejaras hablarte de los uruguayos del Maracaná.

Para eso sí que no estabas lista. No había modo de que lo estuvieras. ¿Quién hubiese podido estarlo? Te habrá sonado igual de loco que si te hubiera dicho que quería contarte sobre la elaboración de aserrín a base de manteca o sobre la inminente invasión de los marcianos. Pero la sorpresa tuvo, me parece, la virtud de desactivarte por un instante la decisión de echarme.

Y en ese instante, como en el resto de esta media hora de locos, no me quedó otra alternativa que seguir adelante. ¿Te fijaste cómo hacen los chicos chiquitos, cuando se pegan sigilosos a las piernas de sus madres mientras ellas están atareadas en otra cosa, para que los alcen a upa aunque sea por reflejo y sin distraerse de lo que están haciendo? Más o menos así me dejé caer en la silla frente a vos. Sin dejar de hablar ni de mirarte, y sin atreverme a apoyar los codos sobre la madera, como para que mi aterrizaje no fuese tan rotundo.

Para disimular no tuve más opción que lanzarme a hablar, aunque no supiese bien por dónde empezar y por dónde seguir. Arranqué por la imagen que a mí mismo me cautivó la primera vez que alguien me puso al tanto de esa historia: once jugadores vestidos de celeste en un campo de juego, rodeados por doscientos mil brasileños que los aplastan con su griterío furioso, a punto de empezar a jugar un partido que no pueden ganar nunca.

Te dije eso y tuve que hacer una pausa, porque si seguía amontonando palabras esa imagen iba a perder su fuerza. Y noté que querías seguir escuchando, y no por el arte que tengo para contar, sino porque ese es un principio tan bello y tan prometedor para una historia que a cualquiera que la escuche sólo le cabe seguir atento para enterarse de lo que pasa con esos once muchachos.

Me pareció entonces que era el momento de agregarte algunos datos que te ubicasen mejor en esa trama. Año 1950, te dije, Campeonato Mundial de Fútbol, partido final Brasil-Uruguay, Río de Janeiro, 16 de julio, tres y media de la tarde, te dije.

Esa fue la segunda vez que sonreíste. Una sonrisa extrañada, a lo mejor desconcertada, a lo peor compasiva, pero sonrisa al fin. Ya no tenías temor de que este tipo locuaz de traje gris fuese un asesino serial o un esquizofrénico. Podía ser un idiota, pero en una de esas, no. Y la historia estaba buena. Por eso te seguí pintando el panorama, y te conté que los brasileños llegaban a ese partido final después de meterle siete goles a Suecia y seis a España. Y que Uruguay le había ganado por un gol a los suecos y había empatado con los españoles. Y que con el empate le alcazaba a Brasil para ser campeón del mundo por primera vez.

Ahí yo hice otra pausa, porque me pareció que tenías datos suficientes como para que la historia fuera creciendo en tu cabeza. “¿Sabés qué les dijo un dirigente uruguayo a sus jugadores, antes de salir a jugar la final?”, te pregunté. Vos no sabías, cómo ibas a saber. “-Traten de perder por poco. Intenten no comerse más de cuatro-. Eso les dijo. Les pidió que evitaran el papelón de comerse seis o siete. ¿Te imaginás?”, te pregunté. Y vos moviste la cabeza diciendo que sí, y yo me quise morir viéndote así, porque estabas imaginando lo que yo te estaba contando, y era una estupidez, pero fue entonces, hace veinte minutos, que tuve la intuición fugaz de que era el primer diálogo que teníamos en toda la vida. Vos estabas ahí, o mejor dicho vos estabas ahí dejándome a mí también estar ahí porque te estaba contando de los uruguayos. Era esa historia la que me tenía todavía vivo en el incendio de tus ojos, y por eso te seguí contando.

Esos once muchachos vestidos de celeste entraron a cumplir con un trámite, te dije. El de perder y volverse a casa. Para eso el Maracaná recién estrenado, las portadas de los diarios impresas desde la mañana, el discurso del presidente de la FIFA felicitando a los campeones en portugués, la mayor multitud reunida jamás en una cancha, los petardos haciendo temblar el suelo.

“Con decirte –proseguí- que la banda de música que tenía que tocar el himno nacional del ganador no tenía la partitura del himno uruguayo”, y abriste mucho los ojos, y yo te pedí que no abrieras los ojos así porque podías tumbarme al suelo con la onda expansiva, y esa fue tu tercera sonrisa, con las mejillas un poco rojas asimilando el piropo cursi y suburbano. Supongo que yo –definitivamente enamorado- también me puse colorado, y salí del paso contándote el partido, o lo que se sabe del partido, o lo que no se sabe y todo el mundo ha inventado del partido. Un Brasil lanzado a lo de siempre: a triturar a sus rivales, a engullir seleccionados, a llenarle el arco de goles a todo el mundo, a sepultar rápido los noventa minutos que los separaban de la gloria. Un Uruguay chiquito, un Uruguay estorbo, un Uruguay que molesta y pospone el paraíso. Un Uruguay ordenado y prolijo que le cierra todos los agujeros y los caminos, y un primer tiempo que termina cero a cero pero es casi lo mismo porque el empate le sirve a Brasil.

“Y empieza el segundo tiempo y a los dos minutos –continué- Friaca marca un gol para Brasil”. Entonces fruncí los labios y moví las manos en ese gesto que quiere decir “listo, ya está, asunto terminado”, y que vos interpretaste a la perfección, porque te pusiste un poco triste.

“Imaginate lo que era el Maracaná después del 1 a 0”, agregué. Los uruguayos ya tenían que meter dos goles, y en realidad lo más probable era que Brasil les metiera otros cuatro antes de que esos pobres muchachos consiguieran llegar a la otra área.

Creo que ese fue el momento más difícil. No digo de esa final del Mundo. Me refiero a nuestra charla, o más bien a mi monólogo. Tal vez te suene ridículo –en realidad lo lógico es que todo esto te suene absolutamente ridículo-, pero evocar ese instante del gol de Friaca, con todo el mundo enloquecido y feliz alrededor de esos once uruguayos náufragos me hizo sentir a mí también el frío mortal de la derrota. Y estuve a punto de rendirme, de ponerme de pie, de ofrecerte la mano y despedirme con una disculpa por el tiempo que te había hecho perder. No sé si te ha ocurrido, eso de entusiasmarte hasta el paroxismo con alguna idea que apenas la echás a rodar se vuelve harina y es nada más que pegote entre los dedos. Así quedé yo en ese momento.

Pero entonces me salvó tu cuarta sonrisa. Al principio no la vi, porque me había quedado mirando tu pocillo vacío y el vaso de agua por la mitad. Por eso me preguntaste “¿Y?”, como diciendo qué pasó después, y entonces no tuve más remedio que alzar la vista y mirarte. Tenías la cabeza apoyada en la mano, y el codo en la mesa y los ojos en mí. Y tus labios todavía no habían desdibujado esa sonrisa de curiosidad, de alguien que quiere que le sigan contando el cuento.

No me quedó más remedio –o lo elegí yo, es verdad, pero a veces es más fácil elegir cuando uno piensa que no tiene más remedio- que caminar hasta el fondo del arco y buscar la pelota para volver a sacar del mediocampo. Recién, hace quince minutos, lo hice yo; en el ’50, en Río, lo hizo Obdulio Varela. El cinco. El capitán de los celestes. Te dije que según la leyenda se pasó cinco minutos discutiendo con el árbitro para enfriar el clima del estadio. Pero son tantas las leyendas de esa tarde que si te las contaba todas no iba a terminar nunca. Esos uruguayos, pobres, habrán gastado mucha más saliva, a lo largo de sus vidas, desmintiendo las fábulas de lo que no fue que relatando lo que sí pasó.

Se reanudó el partido. Y yo, contándotelo, hice más o menos lo mismo. A esa altura se supone que está todo dicho y todo hecho –te situé-: Uruguay pudo resistir el primer tiempo completo. Ahora que entró el primer gol tiene que entrar otro más, y otros dos, u otros cuatro. Ahora la historia va a enderezarse y caminar derecha hacia donde debe.

Pero el asunto se escribe de otro modo. Porque ese gol que Friaca acaba de meter no es solamente el primero de Brasil en esa tarde. También es el último. Nadie lo sabe, por supuesto. Ni los brasileños que juegan ni los brasileños que miran ni los brasileños que escuchan. Pero los once celestes sí parecen tenerlo claro.

Tan claro que siguen jugando como si nada. Como si más allá de las líneas de cal se hubiese acabado para siempre el mundo. Tal vez por eso, porque están decididos ni más ni menos que a jugar al fútbol, desborda la camiseta celeste de Ghiggia por derecha, envía el centro y Schiaffino la manda guardar en el arco de Barbosa, que no lo sabe pero acaba de empezar a morir; aunque todavía le falten cincuenta años hasta que de verdad se muera.

No sé si en otros deportes esas cosas son posibles. En el fútbol sí. Nada es para siempre, ni definitivo, ni imposible. ¿Será por eso que es tan lindo? Faltan diez, nueve minutos para que Brasil sea campeón con el empate. Pero Ghiggia se la toca a Pérez que se la devuelve profunda, como en el primer gol, por la derecha, hacia el área. El puntero celeste lo encara a Bigode y lo deja de seña, aunque se acerca peligrosamente al fondo y eso lo deja sin ángulo de disparo. Lo lógico es que Ghiggia tire el centro. Eso es lo que esperan sus compañeros, que le piden impacientes la pelota. Es lo que esperan los defensores brasileños, que tratan de marcarlos. Y es lo que espera el pobre Barbosa, que se mueve apenas hacia su derecha para anticipar el envío.

Ahí vino tu quinta sonrisa. Fue de nervios. Faltó que te pusieras de pie para ver mejor, como hacen los plateístas en la cancha en las jugadas de riesgo. Esa fue la menos mía de todas tus sonrisas. Pero no me molestó, casi al contrario. Esa sonrisa fue toda para Ghiggia, para alentarlo a lograr lo que en apariencia no podía salirle: sacar el balinazo al primer palo, meter el balón entre Barbosa y el poste. Prolongaste tu sonrisa para acompañarlo en su carrera con los brazos en alto, esa carrera a solas, a solas porque sus compañeros simplemente no pueden creer que la pelota haya entrado por donde no había sitio para que entrase.

A esa altura me faltaba contarte poco. El público enmudeció de pavor, y a los jugadores de Brasil el alma se les llenó de malezas heladas. Y ahí llegó tu sexta sonrisa. Esta fue confiada. Ya habías entendido cómo terminaba la historia. Lo único que querías era que te lo confirmase. Te agregué una última leyenda, porque aunque tal vez también esa sea mentira, de todos modos es hermosa. Con el tiempo cumplido, cayó un centro al área de Uruguay. El uruguayo Schubert Gambetta alzó los brazos y tomó la pelota con las manos. Sus compañeros se querían morir. ¿Cómo va a cometer ese penal infantil en una final del Mundo, con el tiempo cumplido? Lo increpan, lo insultan. Gambetta los mira sin entenderlos. Se defiende, tal vez a los gritos, tal vez lo hace llorando. Les dice que miren al árbitro. Les pregunta si no lo escucharon. Porque aunque parezca imposible, Gambetta es el único que ha escuchado el pitazo final. Es el único que ha sido capaz de discriminar de entre todos los ruidos –el de la pelota, el de las voces, el del pánico- el sonido del silbato. Los demás terminan por entender que es cierto: el partido ha terminado, Uruguay es campeón del mundo.

Y cuando hice un segundo de silencio después de la palabra “mundo”, tu séptima sonrisa se iluminó del todo, en el alborozo de saber que esos once muchachos de celeste habían sido capaces de saltar todas las trampas del destino para volverse a Montevideo con la Copa. La tortuga que derrota a la liebre, el mendigo hecho príncipe, David contra Goliat, pero con pelota.

Si hubiese ganado Brasil nadie se acordaría demasiado del 16 de julio de 1950. Lo normal no se recuerda casi nunca. Pero ganó Uruguay, un partido que si se hubiese jugado mil veces Uruguay debería haber perdido novecientas cincuenta y empatado cuarenta y nueve. Pero de las mil alternativas Dios quiso que cayera esta: Uruguay da el batacazo más resonante de la historia del fútbol, y más de medio siglo después yo me acerco a tu mesa y te lo cuento.

Hoy es 28 de julio. Pero si vos ahora me decís que me levante y me vaya, da lo mismo que sea 37 de noviembre. Lo del 37 de noviembre te lo dije recién, hace dos minutos, pero tu sonrisa no llegó a ser porque viste mi expresión seria y te contuviste. Porque ahora hablo más en serio que en todo el resto de esta media hora que llevo sentado enfrente tuyo. Y si vos ahora me decís que me vaya, yo me levanto, dejo tres pesos por el café, te saludo alzando una mano, me mando mudar y sigo por Suipacha para el lado de Lavalle. Y vos de nuevo te ponés a mirar por la vidriera.

Igual andá con cuidado, porque es muy probable que si reincidís en eso de mirar hacia afuera con esos ojos que tenés, otro tipo haga lo mismo que yo, se enamore y entre. Más difícil será que te cuente una historia como esta que acabo de contarte, pero algo se le ocurrirá, mientras intenta no perderte. Pero bueno, pongamos que eso no sucede, y el resto de los hombres te deja en paz, mirando hacia la calle. En ese caso, de aquí a unos minutos se te irán borrando de la memoria los tonos de mi voz y los detalles de mi cara.

Y ahora viene lo más difícil. El problema es que los uruguayos pueden acompañarme hasta aquí y nada más. De ahora en adelante es imposible. Y mirá que, para esos tipos, no parece haber muchas cosas imposibles. Pero lo que falta por hacer es asunto mío. O mío y tuyo, pero no de ellos.

Lo que me falta contarte es el final, o el principio, según se mire. Me falta hablarte de mí, hace media hora, corriendo como un loco por Suipacha hacia Corrientes. Tarde, tardísimo, porque hoy todo me salió al revés desde el momento mismo en que abrí los ojos, esta mañana. El despertador que no sonó, o que me olvidé de poner, el golpe que me di con el borde de la puerta en plena frente, los dos colectivos que pasaron llenos y me dejaron de seña en la parada, el subte que fui a tomar desesperado por no llegar tardísimo al trabajo y que hizo que fuera corriendo por Suipacha desde Rivadavia y no desde Paraguay, y el semáforo de Corrientes que pasa al verde diez segundos antes de que llegue a la esquina y los autos que arrancan y yo que me agacho con las manos sobre los muslos intentando recuperar un poco el aliento, mientras giro de espaldas a la calle y me topo con el bar y con tu codo en la mesa y tu cabeza en la mano y tu mirada en el vidrio pero viendo nada.

No importa lo primero que pensé al verte. O sí, pero no es el momento. Tal vez haya oportunidad, alguna vez, de decírtelo. Depende.

Lo que sí puedo contarte es que en ese momento, mientras me asaltaba el dilema de volverme hacia Corrientes y seguir corriendo hasta Lavalle o entrar a encararte es que vinieron los uruguayos. Llegaron en ese momento. Los once: Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Ghiggia, Pérez, Migue, Schiaffino y Morán.

Te parecerá tonto, pero esos uruguayos del Maracaná me sirven de talismán. No siempre. Sólo recurro a ellos en situaciones difíciles. A veces recito la formación, como rezando. O me los imagino en el momento de entrar a la cancha con cara de “griten todo lo que quieran, que nos importa un carajo”. O lo veo a Ghiggia en el momento de meter el balón por el ojo incrédulo de la aguja de Barbosa. Si Uruguay pudo en el ’50, me dije... en una de esas quién te dice.

Por eso me desentendí del semáforo y de la calle Corrientes y entré al bar y caminé hasta tu mesa y te sonreí y vos, por reflejo, me devolviste tu primera sonrisa. Pero como te dije hace un rato el problema no son tus primeras siete sonrisas. El asunto es la que viene.

Tengo novecientas noventa y nueve chances de que me digas que me vaya, y una sola de que me pidas que me quede.

Porque ponele que yo ahora termino y vos sonreís: alguien lo mira de afuera y puede decir “¿Y qué tiene que ver que sonría? Puede sonreír porque piensa que estás loco, o que sos un tarado”, y es cierto, puede ser por eso. Y en una de esas es verdad.

Pero también puede ser que no, que sonrías porque te gusté, o porque te gustó la historia que acabo de contarte. O las dos cosas: a lo mejor te gustamos mi historia y yo, y a lo mejor te estás diciendo que en una de esas para vos también este es un día especial. Un día distinto, ese día diferente a todos los otros días en que las cosas se salen de la lógica y la vida cambia para siempre, y a lo mejor pensás eso a medida que yo te lo digo y en tu cabeza se abre la pregunta de si no será una buena idea seguirme la corriente, por lo menos hasta dentro de medio minuto cuanto te invite al cine y a cenar, o hasta dentro de un mes o hasta dentro de un año o hasta dentro de cuarenta.

Y puede que ahora sonrías una sonrisa que me indique a mí, que llevo media hora intentando leer las señales de tu rostro, que hoy no sonó el despertador y me pegué con el filo de la puerta y perdí los colectivos y corrí hasta el subte y vine corriendo desde Rivadavia y me cortó el semáforo y giré y vos estabas sentada en el café nada más que para esto, para que yo me atreva a rozar tu mano con la mía y vos de un respingo y me mires a los ojos con tus ojos como lunas y yo te sonría y vos también me sonrías, pero no con una sonrisa cualquiera sino con esta que te digo y que vos estás empezando a poner, ¿ves? Así: una sonrisa exactamente así."

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martes, 8 de septiembre de 2009

El Vendehumo de la semana




Leído en Crítica de hoy:

EN EL INICIO DEL CICLO ESCOLAR
Obama causó polémica con un discurso a los estudiantes
El futuro del país "depende de ustedes", dijo el presidente de los EE.UU. a los alumnos en su país. La oposición lo acusó de querer politizar la educación


En realidad no se de qué califican más. Vendehumos o pelotudos. Algunas de las palabras del moreno mandatario fueron "Si ustedes no lo hacen, si abandonan la escuela, no sólo se abandonarán a ustedes mismos, estarán abandonando a su país", nada tan jugado por lo que no se entiende la reacción conservadora a menos que se trate de un hato de inútiles chupasirios... ah, cierto. Para la oposición, entonces, lo que Barack Hussein quería era "adoctrinar a los niños de América en su agenda socialista". Así que el socialismo del siglo XXI tiene entre sus filas no solo a gente como Hugo Chavez o Evo Morales sino también al Comandante Barack Obama.

Como vemos, la coherencia no es algo que abunde precisamente in the land of freedom, pero eso no es una noticia...
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lunes, 7 de septiembre de 2009

Grandes Letras de la Historia (ya no se qué número va y... a quién le importa?)




Varias fueron las veces en que yo pregunté a mi abuela acerca del lugar en que ella había nacido. Ella es española, gallega para más inri, de un pueblito ínfimo de la región de Fonsagrada. Y en cada una de aquellas ocasiones, su respuesta fue siempre la misma, la de que aquel era un pueblo muy pobre sin nada destacable, gris en el medio del campo. Por esto y con el tiempo entendí por qué se sentía tan a gusto en Mar del Plata. Obviamente esto no era algo distintivo de España. Este tipo de lugares se encuentra desperdigados por todo el mundo, y no siempre de forma tan "literal". Todos conocemos ese lugar inmóvil, encerrado, detenido en el tiempo, del que en algún momento deberíamos de irnos en algún momento... "pero los muertos están en cautiverio y no nos dejan salir del cementerio"...

Además de surgir a partir de este tipo de locaciones, el tema de Serrat del año 1971 y de su genial LP Mediterráneo terminó siendo adueñado por otro tipo de personas en otro tipo de lugares. Era el final de la letra que cité en el párrafo anterior el que incitó a mucha gente a relacionarla con la situación que se vivía en distintos países del mundo donde los gobiernos mantenían maniatados y amordazados (y más aún) a sectores de la población como en la Argentina en la década del 70, y con lo que la canción terminó apropiándose de un significado mucho más amplio aún, mucho más abarcativo, si, y fue una de las llaves de las que dispuso este gran culé para edificarse una reputación bien merecida de este lado del Atlántico como uno de los mejores y mayores cantautores de habla hispana.

Señoras y señores, Pueblo Blanco:

Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.

Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra.
Sólo el olvido...
camina lento bordeando la cañada
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.

El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres...

Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.

De la siega a la siembra
se vive en la taberna.
Las comadres murmuran
su historia en el umbral
de sus casas de cal.

Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que, noche a noche, forjaron en su mente.
Fuerte pa' ser su señor.
Tierno para el amor...

Ellas sueñan con él,
y él con irse muy lejos
de su pueblo. Y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir,
quieren morirse al sol.

La boca abierta al calor, como lagartos.
Medio ocultos tras un sombrero de esparto.

Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer,
que no hay nada que hacer.

Toma tu mula, tu hembra y tu arreo.
Sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna.
Tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar
es mejor frente al mar.

Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui
que me iría de aquí...

Pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

jueves, 3 de septiembre de 2009

Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia...


Chau chau, saludos a los hipopótamos nacionalistas...

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muy PRO





Julio Fornari, ex candidato del PRO.

El video habla por si solo, pero quería destacar y hablar sobre algunas cosas:

*Después salió a disculparce alegando que "se le solto la cadena" (osea, que lo pensaba, pero no se dio cuenta que no lo tenía que decir en publico???) Capaz con esto deschaveto los planes de Macri con la villa de Retiro. Lo bueno es que adentro del PRO hay coherencia ideológica.

*Los comentarios de youtube son lamentables

"jajajajjaja RE FLASHERO FORNARI"
"Yo he ido a pescar con el!!! Que idolo!!! Es famoso, grande gordo!!! "
"no digan que lo dice porque es candidato de macri dice eso...es un ciudadano cansado de que unos NEGROS DE MIERDA LE ROBEN PARA COMPRARSE ROPA, ZAPATILLAS O DROGAS."
"Deja de hablar boludeces hipocrita infeliz, el dia que te pase algo parecido a vos o a alguien de tu familia que vas a hacer? HIPOCRITAAAAAAAAAAA"

Bueno, los dos primeros comentarios son....... "estoy aburrido y usar mi teclado es gratis", el tercer "sujeto" no es tan diferente de los dos primeros, solo que tenía ganas de defender a Macri.


Pero sobre lo que queria expresarme un poco más es sobre el pensamiento del cuarto "sujeto". Me quedé pensando un poco en esto cuando vi el video, sobre lo que dijo Julio Fornari, y sabiendo que no faltarían unos cuantos atrás justificando los dichos de este ser, como comentó esta persona, como podría comentar otra persona sobre un hecho similar: "lo que pasa es que los cuidadanos estamos cansados de que ________(completar sobre hecho de insguridad) asi que habría que ________ (completar con practica nazi de exterminio masivo)".
Personalmente fui victima de tantos robos que ni siquiera podería contabilizarlos ahora (más de 5 o 6)y la verdad que nunca se me cruzó por la cabeza prender fuego a nada ni a nadie. Con esto que quiero decir? "ja, soy un capo, no soy nazi!", no, eso no. Simplemente que un hecho les afectó a ellos (una vidriera y dos rifles afanados...... seguro que llorabas menos si te mataban a la suegra) los sacó totalmente y los hizo rebelar su verdadero pensamiento en cuestión,una persona que en teoría no podría haber llegado a representar, miembro de un partido (bah, creo que ya no por que lo hecharon) que ganó en Capital Federal.
Ante la inseguridad propuso "QUEMAR LAS VILLAS", esa fue la solución que este señor propuso ante el problema de la desigualdad y la pobreza. Esto es lo que tambíen proponen los que lo votaron. Propuestas que de todas formas hacen parecer todo esto una boludez sabiendo que es un HECHO: un shopping millonario (DOT) que para tapar una villa construye una muralla de varios metros de largo y alto u otras murallas que separan barrios ricos de barrios pobres.

*Antes de concluir hay algo más que queria analizar: el periodista es retrasado mental??? Un candidato le está diciendo "juntemosnos todos y quememos las villas" y su siguiente preguntas es sobre alarmas y seguros??? Dejate de joder......



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