(...)
Lo que habita siempre atrás
Es el fuerte que rechaza
Lo que siente a todo el mundo
Es el fuerte que concibe
Lo que aguarda en la vanguardia
Es el fuerte que no piensa
Luz oscura y sinsabores
Ley potencia, mal de amores
Desolado en la riqueza,
Acechando corredores,
Que habituados al peligro
No temen a desdentados
No olfatean a mendigos
Ya no cruzan por los vados,
Y un silencio que no temen
Se devora lo que creen
Lo que siente va estampado
En el semen de un rebaño
Que aplastado entre corrales
Maltratados por sus actos
Avergüenzan este valle,
Lo construyen disecando,
Abaratan sensaciones,
Que comercian alienados,
Apartados de sus ojos,
Engañados por sus manos,
Aceleran sin reposo,
Ampulosos y ambiciosos,
Y una cosa entre personas,
Se sumerge en estos versos,
“No sacudas la melena
Sin dejar crecer los pelos”
Es sin duda un mal permeable
El que nos trasnocha a todos
El que ataja nuestros sueños
El que piensa sin pensarlos
No lo olvides, no lo escupas,
No lo sientas, no lo pienses,
Incrustado en este valle,
Va un silencio endemoniado
Unos callan con respeto,
Otros gritan desolados,
Traduciendo canalladas,
Ejerciendo sin resabios
Las reliquias, los puñales
Que a todos nos han legado
Abrazando este mal sueño,
Bebiendo de realidades,
Vomitando picaflores
Añorando malformados,
En la puerta está el latido
En la corrida hay horrores,
Que se sienten sin pensarnos,
Que se piensan y no sienten,
Que resisten su existencia,
De mentiras indulgentes,
Y esta forma nos encierra
Nos abraza su cimiente,
Nos acribillan sus dientes,
Que vos mismo has creado.
(...)
Llega a puerto un corcel
Y la duda lo interpela
Ella gruñe, danza esclava,
Y el callado, se deja.
El caballo en su descanso,
Guarda rencores sin metas,
La mujer que grita y llora,
El silencio acude, solo,
Y solo impone sus penas.
Mil ochocientas páginas legó en su diario una doncella que una vez circundó estos lares. Mil ochocientas páginas restó del cuaderno aquel villano, que desolado, trampa etérea, aplasta montes, revienta mares.
Solo el tiempo solo es tiempo.
Mil ochocientas páginas devoró furioso el tiempo. Mil ochocientas páginas escritas por la doncella. Mil ochocientas y una, había, y una sola es la que vale.
Descansando entre sus mantas
Un caballo va postrado
No hace ruido, ya no llora,
Ya su amo le ha quitado
Sus cargas, obligaciones,
Y su vida de un sablazo.
Un muchacho que danzaba,
Sin creer en esos lances,
Descubrió luego de años
Descubrió que si valían,
Mentes claras y difusas,
Entre montes y caminos,
Entre bardos, desatinos,
Olvidó qué era el destino,
Descubrió debilidades,
Descubrió miedos, edades,
Descubrió falsas verdades,
Sobre piernas que caminan
Entre valles y amistades,
Esta farsa colectiva
Tres jinetes que no faltan,
Uno odia resentido,
Otro crea en su potencia,
Otro llora malparido.
Tres jinetes van marchando
Tres jinetes han partido
Tres jinetes que te faltan
Tres jinetes, sin latidos
Tres jinetes que no suenan
Uno solo es elegido,
Uno nace, otro muere,
Y otro mata sin sentido.
Tres cinturas, tres abrazos,
Tres puñales, tres retazos,
Tres enfermos, eso es vida,
Tres silencios, uno es falso.
Tres jinetes, solo tres
Que en el fondo no han partido,
Tres reliquias, tres futuros
Que conciben en tu entierro.
Uno baila, coje y sueña,
Uno clava y te desgarra,
Otro llora y se relame,
Apuñalan por la espalda
Ablandado entre codazos,
Silenciado entre algodones,
Refugiado en solitario,
Exiliado de otros soles
Con cuidado eligirás
Con cuidado y sin pensarlo
Nada es cierto en este juego
Mentirás ya sin notarlo.
Te secás inexplorado,
Te pudrís inexplicable,
Te encontrás inacabado,
Te hallarán insoportable.
Vomitando solo bilis
Ensartado entre paredes
Soñarás en blanco y negro:
Nubes negras, blancas redes.
lunes, 15 de junio de 2009
Algo viejo
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