Lo que no entiendo de lo inentendible.

Hay ciertas reflexiones que se encuentran desde el conocimiento, desde la convicción de saberse dueño de una realidad, que podrá ser discutida por otros, pero que uno logra validarla día a día con la construcción de un pensamiento crítico y justificado. Hay otras reflexiones que son el resultado de la ignorancia, de una búsqueda infructífera, fruto de contradicciones internas y externas. Estas últimas son sólo incertidumbre. La posibilidad de tropezar con una certeza se aleja cada vez más, mientras en esa investigación nos seguimos encontrando con verdades opuestas, opiniones encontradas y discusiones inconclusas.

Hoy, a mi humilde entender, medio oriente es un poco esto. Contradicciones, incoherencias, convicciones cerradas e infranqueables, críticas nubladas, posicionamientos extremos. Las verdades son muchas, y sinceramente no he encontrado una que logre convencerme… probablemente porque no exista tal cosa. Pero lo que sí está es la realidad. Lo que se ve, lo que se vive, lo que te cuentan. Podrán magnificarlo u ocultarlo los medios de comunicación, podrán ser exacerbados o ignorados a conveniencia de quien lo cuente, pero hay cosas que quien quiere verlas, las ve. Cada cual decidirá qué hacer con eso, como desenmascarar los otros hechos, los que no son tan tangibles, los que van y vienen, los hechos camaleónicos, que cambian su significado de acuerdo a la circunstancia, al contexto, y por sobre todo, de acuerdo a que ojos los ven. Para esas cuestiones me he quedado sin respuesta, pero las sigo buscando, porque tampoco puedo ignorar todo lo otro. No puedo ignorar los ruidos de una guerra que ni siquiera sabemos cuándo ha comenzado. No puedo ignorar los gritos de aquellos que lamentan victimas. No puedo ignorar el fuego que produce una escalada tan violenta que ya no distingue entre culpables e inocentes. No puedo ignorar las alarmas, los llantos, las súplicas, las manifestaciones. Eso lo veo… es lo que nos llega, es lo que nos hace humanos, lo que sensibiliza (aparentemente sólo a aquellos que no tomamos decisiones). Si ignoro el resto. Intento no hacerlo, intento aprender, intento comprender, pero es difícil. Estoy empapado de una identidad de la cual estoy orgulloso. Sin dogmas, sin misterios, sin mística. Como siempre he dicho, pasa por otro lado… cultura, familia, sentido de pertenencia a algo que aprendí a sentir como propio. No lo niego ni lo negaré, así como tampoco voy a permitir que eso lo justifique todo, que me empañe todavía más la visión. Soy judío porque así me siento, porque así crecí. Eso me genera confusión, eso hace que traspire duda, incertidumbre, hasta a veces miedo. Porque algo está pasando, y como nunca me cansaré de decir, no se trata de buenos y malos.

Hace por lo menos 60 años que prima la lógica de sobrevivir a expensas de la desaparición del otro, y lo único que hacemos es jugar a ver quién fue el primero en tirarse un pedo (el famoso huevo y la gallina). Que me acusen de idealista, yo prefiero llamarlo sentido común, pues si en todo este tiempo la violencia sólo trajo más violencia, ¿por qué cada vez que algo irrumpe nuevamente creemos que la solución vuelve a ser aquello que solamente ha demostrado fracasar? Inmediatamente después de preguntarme esto se me vienen otros interrogantes: ¿Seré yo muy ingenuo? ¿Ignoro demasiado como para comprender que esto es lo que tiene que ocurrir? Puede ser, sobre todo la segunda, como ya dije, cada esfuerzo que hago por comprender algo más, termino sintiendo que se menos. Entonces concluyo en pocas premisas. Una de ellas es evidente: el conflicto es complejo, no como ambos extremos intentan hacernos creer, no es un conflicto que se pueda explicar en un pequeño video que reduzca todo a conceptos infantiles, ni en unos párrafos de tinte pseudoprogresistas que intentan con frases rimbombantes generar impacto, dramatismo y conmoción. De eso estoy seguro. Sabemos menos de lo que creemos, y el peor error que podemos cometer es creer saber todo. A esta altura, con tanta historia mostrándonos nuestros errores, indigna que sigamos metiendo el pie en el mismo charco de mierda (perdón por la expresión, pero creo que lo grafica a la perfección).

Me gustaría poder hacer una referencia más específica a todo lo que ha sucedido. Pero no quiero pisar el palito. Aún no estoy seguro de donde exactamente me encuentro parado. Considero que una nación constituida cultural y políticamente como tal, tiene derecho a construir su propio estado, con sus dirigentes y sus leyes. Tal vez las distintas corrientes de revisionismo histórico encuentren disidencias en lo que respecta al origen de esas naciones, su sentimiento nacional, su ubicación territorial, su legítimo derecho a poblar determinada superficie, y demás. Hay datos para todos, el que opine negro encontrará versiones que lo abalen y lo mismo con quién cree que es blanco. Hoy nos encontramos en un conflicto que incluye (pero que también excede) la cuestión de “un territorio para dos pueblos”. Sería un poco más simple que el conflicto fuese sólo esto, pero como ya señalé, es evidente que excede esta consideración. Hay cuestiones “políticas”, utilizando este termino de la forma más amplia y ambigua posible. Porque esto es lo que se escucha, de esto se habla y se discute. La política lo abarca todo, lo territorial, lo económico, lo racial, lo diplomático, lo bélico, lo nacional y lo internacional. Y, como todos sabemos, la política por naturaleza, no es transparente. Tiene trampas, atajos, distracciones. Tiene idas y venidas, cambios de rumbo, obstinaciones, tergiversaciones, dramatizaciones. Tiene verdades disfrazadas de mentiras y viceversa. Es por eso que a muchos nos excede, porque queremos ver, pero parecería que quienes están al mando no quieren que nadie vea más de lo que ellos pretenden mostrar. Ojo, no me rasgo las vestiduras por este dicho, es una terrible obviedad, pero no por eso debía omitir el comentario. Lo difícil muchas veces es ver quién es ese que está al mando, y cuáles son las decisiones que está tomando. Aquellas que van por arriba de la mesa, y las que van por debajo (que siempre están). Evidentemente lo complicado es cambiar. Cambiar esa lógica, cambiar el rumbo, probar algo distinto, escuchar otra versión. A medida que esto transcurre estamos más obstinados en tener razón, en profesar nuestra verdad, en convencer, en expandir, terminamos cayendo en una colonización intelectual, que no sólo es irresoluta de por sí, sino que genera distanciamientos, animosidades, rechazo y por sobre todas las cosas… más dudas.

Por último, una de esas reflexiones de las cuales si estoy seguro, esas que en realidad están arrastradas por convicciones, y que poco tienen que ver con la lectura y el conocimiento. Tiene que ver con intelectualizar un sentimiento, una idea prolífica que nace de las entrañas de aquellos que no creemos que derramar sangre sea solución para algo. Cuando cae uno, ese muerto, esa víctima, es ante todo, un humano. Pero día a día pareciera ser que muchos pierden de vista un concepto tan elemental como ese. Si bien es difícil señalar culpables, no tengo duda que la mayoría de esos que no sobreviven, son inocentes. Más allá de sus rasgos, su cultura, su religión, su color, su idiosincrasia, su inclinación política, su posicionamiento frente a este conflicto. Si, son todos lugares comunes, pero aparentemente, no está de más repetirlo. No sé quién tiene razón, probablemente nadie la tenga en su totalidad, pero sé que no se justifica tanta violencia estúpida. Porque desde donde yo lo miro, lejos geográficamente pero cerca emocionalmente, esta guerra ha perdido la razón, se ha desquiciado, ha entrado en un cuadro de locura confusional, una demencia caracterizada por la más cruel de las irracionalidades, la intolerancia. Seré ingenuo, ignorante, idealista, lo que prefieran, pero esto es lo que al día de hoy me pasa.