Yo estoy perdidamente enamorado de Montevideo. Cualquiera que me conozca lo sabe. Se me cae la baba por sus calles, por la costa, por el cerro, por los bares, por lo bajo, por la inagotable e innumerable cantidad de potreros que tiene, por el Centenario, por el Parque Rodó, por unas buenas húngaras o un chivito canadiense… en fin. Yo ya conocía Montevideo, pero había ido de chico. En el 2005 fue mi reencuentro con ella. Y debo decir que quede fascinado.
Pero voy a ser totalmente sincero: no fue amor a primera vista. Yo ya estaba enamorada de ella. Había algo que me forrzaba a amarla más allá de si la conocía o no. Y ese algo, o ese alguien, fue Leo Maslíah.
Leo Maslíah, para todos los herejes que no lo conozcan, es un hombre rechoncho, algo calvo, de anteojos, gran mostacho y cara serena que trabaja descosiendo pianos y también es un lanzador profesional de poesías. Pero se nota que para él no es un trabajo.
El, y perdonen la expresión, grandísimo hijo de puta es capáz de clavar un chiste sobre un pianista incomprendido encima de los claros bien temperados de Bach, es capaz de contarnos la historia de la ignota mascota de Wolfgang Amadeus Mozart cantando encima un soneto del maestro austríaco, puede recitar un monólogo en el que cuenta como pelea con Charles Bronson y Clint Eastwood o cambiarle la letra a la vieja “Devórame otra vez” para que diga “devórame”… literalmente.
En fin, Leo Maslíah es un genio, o un loco, o ambas cosas a la vez, si tomamos en cuenta que la genialidad es un estadío de la locura.
A Leo le chifla, para ser más concisos. Y es muy gracioso, créanme. Pero repito, más allá de que te pueda causar gracia por ejemplos como la conocidísima (y gastadísima, para ser objetivos) “Zanguango”, Leo Masliah es, ante todo, un enorme pianista y un poeta con un potencial casi interminable.
Y esta canción me come la cabeza. Siempre que la escucho me toca (no como el Padre Grassi, sino como “Niño geopolitico observando el nacimiento de un hombre nuevo” de Dalí, o “Llego con Tres Heridas” de Miguel Hernández). Cómo no iba a amar Montevideo después de conocer, escuchar y reescuchar mil veces este tema?
“Durazno y Convención” de Jaime Roos ayudó, es verdad, pero que yo hoy esté obsesionado con jubilarme e irme a vivir a Montevideo es, en gran parte, culpa de este hombre, y de esta canción, bella y casi te diría compleja en su simplicidad como pocas he oído.
Señoras y señores: “Biromes y Servilletas” de Leo Maslíah.
En Montevideo hay poetas, poetas, poetas
Que si bombos ni trmpetas, trompetas, trompetas
Van saliendo de recónditos altillos, altillos, altillos
De paredes de silencios, de redonda con puntillo
Salen de agujeros mal tapados, tapados, tapados
Y proyectos no alcanzados, cansados, cansados
Que regresan fantasmas de colores, colores, colores
A pintarte las ojeras y pedirte que no llores
Tienen ilusiones compartidas, partidas, partidas
Pesadillas adheridas, heridas, heridas
Cañerias de palabras confundidas, fundidas, fundidas
A su triste paso lento por las calles y avenidas
No pretenden glorias ni laureles, laureles, laureles
Sólo pasan a papeles, papeles
Experiencias totalmente personales, zonales, zonales
Elementos muy parciales que juntados no son tales
Hablan de la aurora hasta, cansarse, cansarse
Si tener miedo a plagiarse, plagiarse, plagiarse
Nada de eso importa ya mientras escriban, escriban, escriban
Su mania su locura su neurosis obsesiva
Andan por las calles los poetas, poetas, poetas
Como si fueran cometas, cometas, cometas
En un denso cielo de metal fundido, fundido, fundido
Impenetrable, desastroso, lamentable y aburrido
En Montevideo hay biromes, biromes, biromes
Desangradas en renglones, renglones, renglones
De palabras retorciéndose confusas, confusas, confusas
En delgadas servilletas, como alchólicas reclusas
Andan por las calles escribiendo, y viendo y viendo
Lo que vem lo van diciendo y siendo y siendo
Ellos poetas a la vez que se pasean, pasean, pasean
Van contando lo que vem y lo que no, lo fantesean
Miran para el cielo los poetas, poetas, poetas
Como si fueran saetas, saetas, saetas
Arrojadas al espacio que un rodeo, rodeo, rodeo
Hiciera regresar para clavarlas en Montevideo
Articulo Completo