Selene despertó con un molesto dolor de cabeza. La humedad y una espesa niebla, habían tapado casi por completo la isla donde se encontraba. Miró hacia el horizonte (trató de divisarlo) mientras secaba el rocío que la noche había depositado sobre su cuerpo desnudo. Una pequeña cicatriz recorría su vientre, y su piel morena resplandecía ante el brillo de la tenue luz solar. Su enmarañada y alborotada cabellera oscura se deslizaba por sus hombros mientras intentaba incorporarse. Ahuyentó con su mano derecha un molesto moscardón que se empecinaba en golpear su frente, y lanzó un pequeño grito de alegría cuando divisó en el mar la silueta borrosa de un barco que parecía estar dirigiéndose hacia la costa. Una sonrisa se dibujó en su rostro, y sus pequeños dientes saludaron al sol. Se limpió la arena que tenía pegada a los muslos y los senos desnudos, y comenzó a recoger los pocos objetos que la acompañaban en aquella isla: un libro, una capa, una caja, unas botas. Y comenzó a pensar por qué El la había abandonado. Por qué la había dejado sola en un lugar así, deshabitado, hostil, sin cuerdas ni dagas, solo alimentos y bebidas, con el único destino posible de morir de la abstinencia autoconsumada. ¿Acaso no era ella quien había hecho de sí quien ahora era? ¿Acaso ella no lo había ayudado a encumbrarse en la esencia de su ser? “El egoísmo no tiene límites” se dijo a sí misma, y luego rió por lo trillado de aquella frase.
Ya mucho había llorado por el abandono.
Ya mucho había sufrido.
Ya mucho había pensado al respecto.
Y ya mucho se había mentido a sí misma.
Había que enfrentarlo. Había pensado en El como un Dios, cuando no era más que el paradigma de lo humano. Sagrado como un hombre y banal como un Dios. Basura. De la bella, pero basura al fin. Y ella lo había ayudado a engañarla.
Estos pensamientos se sucedían en su mente pero ella sabía que no era lo más triste. Lo peor era que estaba condenada a cometer el mismo error tantas veces como decidiera vivir, y tantas veces como decidiera abandonar la isla.
Mientras, del barco, un hombre bajaba en un bote y se acercaba a la playa. Selene suspiró y se dijo a sí misma que un poco más no habría de matarla, y que si la mataba, al fin y al cabo, le estaría haciendo un favor.
Y desnuda se lanzó al mar.
jueves, 6 de agosto de 2009
Selene
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1 comentario:
Mi interpretación? Bastante fácil, así que mucho no hace falta...
En fin, me gustó mucho.
Pero como bien señalaba García Márquez al estornudar su amigo: "Salud". Ah, y también que el tiempo es una rueda que gira siempre sobre el mismo eje hasta que éste se rompe. Yo creo que todo es más o menos así, incluída la realidad de Selene. Algún día su esperanza de que ese poco más la mate se transformará en una realidad.
(Mirá mami, usé dos veces la palabra "realidad")
Salutte, y ¡FELIZ DÍA DEL NIÑO PARA TODOS!
Porque si bien a mí tampoco me gustan las frases armadas, que todos tenemos un niño adentro es una gran verdad. Y una gran verdad al cuadrado para las embarazadas... de un solo niño, claro. Las embarazadas de más no cuentas, sino cualquiera recopila potencias de verdad gratis, no es cuestión.
(La palabra que me aparece para verificar que no soy un bot ahí abajo es "snean", anagrama de "sanen". En lo personal, yo hubiera tirado "snñoi", dadas las festividades.)
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